El
Poder. En las relaciones sociales y personales, el poder es, por
una parte, la capacidad de una persona o grupo para conseguir algo
que se desea y que se considera valioso o beneficioso para la persona
o grupo. Por otra parte, el poder es la capacidad de influencia de
una persona o grupo sobre otras personas o grupos, a través de la
cual se espera obtener algo que se desea.
Esta
capacidad de influencia se distribuye de manera desigual entre las
personas; es decir, no todo el mundo tiene la misma capacidad para
conseguir algo o para influenciar a los demás, no todo el mundo
tiene el mismo poder.
Existen
distintos factores que explican las diferencias de poder, algunos
tienen que ver con características del grupo social al que
pertenecemos (clase social, situación económica, color de la piel,
etc.), otros son cualidades personales (experiencia, conocimientos,
información, capacidad de persuasión, etc.)
Rango
y privilegios. Se llama “rango” a la posición de poder que
una persona ocupa en un grupo, en relación a una cualidad apreciada
por el grupo. A los beneficios y ventajas que derivan de un
determinado rango o posición de poder se les llama “privilegios”.
En un grupo podemos decir, indistintamente, que una persona tiene más
poder que otra, o que tiene un rango mayor que otra. Al hacerlo
consciente se puede diluir ese poder o rango.
• Ejemplo:
en un grupo de físicos, un Premio Nobel de física ocupará una
posición de mucho rango porque ese grupo valora tal reconocimiento.
Sus privilegios serán variados: contar con la mayor atención,
determinar los contenidos del debate, elegir el tiempo y el lugar de
una charla, etc. En ese mismo grupo de físicos, un Premio Nobel de
literatura merecerá sin duda respeto como persona, pero a la hora de
hablar de física su posición no valdrá nada y por supuesto no
tendrá ningún privilegio.
• Otros
ejemplos: tiene privilegios un blanco en una cultura blanca y
eurocéntrica, un hombre en una cultura patriarcal y machista, un
heterosexual en una cultura heterosexual y homófoba, una persona con
una gran autoestima en relación con otra que carece de ella
(dependencia emocional), etc.
Casi
todos tenemos algún tipo de rango y privilegios, aunque a veces nos
cuesta reconocerlo.
Nos
resulta más fácil reconocer el poder que tienen los demás, sobre
todo cuando abusan de él y nos afecta a nosotros como víctimas,
que reconocer nuestro propio poder y nuestra capacidad para abusar de
los demás y hacer daño.
En
ocasiones tampoco es fácil reconocerse como víctimas. La opresión
interna, la internalización del sistema de poder de un grupo o
cultura, lleva a personas y grupos minoritarios a aceptar como algo
“natural” los privilegios de la mayoría dominante. Es el caso de
muchas mujeres que asumen el machismo y los privilegios que conlleva
para los hombres, porque han internalizado sus principios y reglas
desde pequeñas. Reconocerse como víctima es un paso muy difícil y
generalmente conflictivo, pues implica tener que enfrentarse al grupo
social del que eres parte y que no entiende que se puedan cuestionar
tales “privilegios” que, por otra parte, se consideran
“naturales”.
Un
privilegio que comparten por igual todas las personas que pertenecen
a un grupo dominante es el privilegio de no tener que ser consciente
y por tanto no tener que “preocuparse”, del sufrimiento de
quienes carecen de él, de los marginados. Ignoran lo duro que
resulta no ser visto, escuchado o valorado. No tienen que vivir la
agonía de ser considerados inferiores ni del miedo que se tiene al
hablar. Desde nuestra posición de alto rango podemos llegar a pensar
que somos innatamente superiores a aquellos con menos capacidad o
rango. Vistos desde el poder, los “otros” son conflictivos,
agresivos, locos, vengativos, radicales o raros.
Abusos:
uso inconsciente del poder. La mayoría de la gente no es
consciente del poder que tiene. El rango es una cualidad sutil y casi
invisible. Cuanto más rango o poder se tiene, menos consciente se es
de tenerlo y de cómo afecta negativamente a otras personas. El uso
inconsciente del poder puede tener consecuencias inesperadas y ser el
origen de muchos conflictos. Puede conducir a situaciones de abuso,
en las que ni siquiera se es consciente de estar abusando. La
inconsciencia del rango perpetúa el conflicto y bloquea posibles
soluciones. Una persona o grupo que usa su alto rango de manera
inconsciente siembra sin querer las semillas de la venganza.
Tener
conciencia es también una forma de rango. Es un rango que se
adquiere con el aprendizaje.
Aprendemos
a ser conscientes de nuestro rango, cuando estamos dispuestos a
escuchar activamente lo que nos quieren decir las personas con menos
rango y que sufren nuestras acciones, o cuando exploramos nuestros
sentimientos en aquellas situaciones en las que tenemos poco rango y
somos víctimas (empoderamiento). Al ser conscientes dejamos espacio
al otro.
No
es posible evitar las diferencias de rango o de poder, pues el rango
no está en nosotros sino en nuestra interacción con los demás,
pero sí podemos utilizarlo conscientemente por el bien de todos. Te
identifiques o no con tu grupo social o cultural, otra gente sí te
identificará en dicho grupo. Por eso es mejor ser claros y asumir el
rango que tenemos. Si hacemos un uso transparente de nuestro poder,
resulta más fácil evitar los abusos.
Dejar
espacio consiste en escuchar para entender. Significa que los “otros”
hagan y se expliquen a su manera. No sentirse ofendidos porque
existan diferencias explicitas en como “vemos, “pensamos” o
“hacemos”.
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