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PIB y huella ecológica1

El PIB, como índice de medición del progreso, es la cuenta del Gran Capitán. Y parafraseando el verso final de la coplilla que dio lugar a ese tópico, este progreso se hace con el capital de la Tierra, porque el PIB contabiliza el crecimiento, pero no tiene en cuenta los costes ambientales del mismo. A fuerza de repetir la canción del PIB, se ha instalado en el imaginario colectivo la creencia que es posible sostener un crecimiento infinito en un planeta finito. Se quiere ignorar que la tasa de renovación de la Naturaleza no es ilimitada y que no puede sostener un crecimiento económico infinito. Ante estas insuficiencias del PIB, se han aparecido indicadores sobre el impacto de la actividad humana en la Naturaleza. Uno de ellos es la huella ecológica. Hay otros indicadores específicos: el de la huella de carbono.
La huella ecológica representa el área de tierra y agua ecológicamente productivos –cultivos, pastos, bosques o ecosistemas acuáticos– y el volumen de aire, necesarios para generar recursos y además para asimilar los residuos producidos por cada población, individuo o actividad de acuerdo a su modo de vida, de una forma indefinida. El propósito es evaluar el impacto sobre el planeta de un determinado modo o forma de vida y compararlo con su biocapacidad. Conocer la sostenibilidad de la actividad analizada. Un ejemplo ilustrativo: «En EE.UU. se gastan 10 calorías procedentes de combustibles fósiles para obtener 1,4 calorías de alimentos» (Carlos Fernández Urosa). La huella de carbono mide los gases de efecto invernadero emitidos directa o indirectamente por un estado, un individuo, una organización, un evento o un producto.
El punto de partida de la correlación que hay entre PIB y huella ecológica, son las diferencias entre las posiciones de la derecha, la izquierda y la ecología política respecto al crecimiento económico. Unos, derecha e izquierda, defienden la consecución del progreso social a través del crecimiento económico ilimitado (productivistas). Otros, la ecología política, sostienen que en la consecución del progreso social no se pueden ignorar los límites del planeta y es necesario replantearse la orientación y el sentido de la producción dentro de un mundo finito (antiproductivistas).
Si se considera, además, el posicionamiento de las fuerzas políticas en relación con los indicadores señalados, afloran mas diferencias entre los tres polos ideológicos. La derecha sólo reconoce como índice de medición fiable el PIB y no considera los indicadores de impacto ambiental. Vive en una burbuja economicista y cortoplacista que le hace ignorar el coste ambiental de la actividad humana. Para ésta la solución de los problemas ambientales (cuando reconoce su existencia) es tecnológica. La izquierda está igualmente instalada en el dogma del crecimiento económico ilimitado. Reconoce el deterioro ambiental que produce la actividad económica, pero subordina la solución al bienestar social. Su apuesta, ingenua o interesada, es una transición energética que reduzca la huella de carbono, sin renunciar al dogma del crecimiento económico, y por tanto a la reducción de la huella ecológica, que deja sin resolver la crisis de recursos y de biodiversidad.
El resultado de dos siglos de crecimiento económico sin control es un planeta esquilmado y quebrado. El patrimonio neto natural está por debajo del 50 por 100 del capital natural que existía antes de la industrialización. En el ámbito mercantil la legislación societaria hace inviable a la entidad mercantil que reduce su capital social por debajo de dicho porcentaje. El planeta presenta también una cuenta de explotación negativa. Números rojos que se advierten en la deuda de carbono, en forma de cambio climático, que las anteriores generaciones y la actual dejan a las generaciones futuras.
La ecología política advierte de la insostenibilidad de la asignación de los recursos naturales basada sólo en criterios de eficiencia económica. Esta asignación economicista y cortoplacista tiene como resultado el sobreaprovechamiento de la Naturaleza: utilización de los recursos renovables por encima de su tasa de regeneración; explotación de los recursos no renovables sin tener en cuenta sus existencias limitadas; y grave sobrepasamiento de la capacidad de asimilación de residuos por la biosfera. La reducción de la huella de carbono por sí sola, por tanto, es insuficiente. Para ecología política la solución pasa por reducir tanto la huella de carbono como la huella ecológica, hasta ajustarlas a la biocapacidad del planeta. Eso significa adaptar la producción y el consumo a los límites de la biosfera.
La diferenciación entre el productivismo y el antiproductivismo traza nítidamente la frontera entre una sociedad insostenible y una sociedad sostenible. Del buen vivir. Dibuja una obcecación. Esta obsesión, como dice Trías, ha erosionado y arruinado la libertad; ha situado la justicia, (y la equidad intergeneracional, afirmo Yo), en la última fila; ha imposibilitado la felicidad o buena vida. Igualdad y fraternidad, han sido reinterpretadas desde ese prisma. La liberación de la economía es, por tanto, la emancipación pendiente de las sociedades modernas.

1 Francisco Soler. Abogado, poeta, ensayista y artículista sobre temas de ecología política


Los Chemtrails

Desmontando la teoría conspiranoica de los Chemtrails

La denuncia contra los llamados chemtrails (‘rastros químicos’, en inglés) ha pasado de ser una confabulación minoritaria y excéntrica a convertirse en el principio de un brote de clamor popular. Cuando una teoría de la conspiración salta de internet —su medio natural de incubación— a las calles, significa que hay que tomar cartas en el asunto, bien para intentar desactivarla, bien para sumarse a ella.
Mi versión: “Las estelas de condensación producidas por aviones (con-trail) son un fenómeno natural que apenas dura unos segundos. Solo se producen en raras ocasiones y circunstancias muy concretas: a partir de 8000 metros, -40º y humedad muy específica.
Las estelas persistentes (chem-trail) son un “sistema de armas multipropósito”, reza el folleto repartido por los activistas, agrupados bajo el paraguas de la Asociación Nacional Española Cielos Limpios (ANECL).
Me doy una ducha preventiva para desprenderme de mis prejuicios y sumergirme en el tóxico mundo de los chemtrails. Navego por internet, contacto con partidarios de los chemtrails, con empresas de fumigaciones agrícolas, pregunto a profesionales, investigadores sobre la idoneidad de la presunta conspiración tóxica de los chemtrails.
Concluyo que si que hay una “conspiración”, esta es la de los poderes económicos que al dedicarle tiempo a darle verosimilitud a estas teorías nos alejan de lo que realmente tendríamos que esta atentos, entre otros:
  • Reducir el consumismo.
  • Empoderarnos y cambiar de hábitos.
  • Potenciar la Sustentabilidad que consiste en solucionar las necesidades con Recursos Cercanos, Renovables y Saludables.
  • Hacer que la Huella Ecológica, sea la mínima posible.
  • Viajar menos en avión, es de los trasportes que más contaminan.
  • Hacer realidad la Cooperación y la Colaboración, defendiendo las tecnologías libres.
  • Haciendo trasparente LA POLÍTICA, defendiendo que la Democracia sea de los ciudadanos y denunciar los intereses de los que están detrás de los poderes económicos.
Para leer más, pincha aquí
En wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_de_la_conspiraci%C3%B3n_de_las_estelas_qu%C3%ADmicas


La ecología política como centralidad del siglo XXI (II)1.

Decía en el primer artículo de esta serie que el siglo XXI es y será el siglo de la ecología política. Para entender esta afirmación y la época en la que nos hallamos, hemos de partir de un hecho: el contexto ecológico está derrotando a la política, a la economía, a la sociedad y ha adquirido una primacía que antes era ignorada. La centralidad de las cuestiones medioambientales alcanza, por tanto, a la reordenación del tablero político.

Dicho de otra manera, el tablero político se ha rediseñado para encarar los nuevos desafíos del siglo XXI con la llegada de la ecología política, que es la herramienta para afrontar los retos globales: escasez de recursos, cambio climático, crisis de biodiversidad, desigualdad entre hombres y mujeres, así como para recuperar los valores de cuidado y protección de los recursos naturales y demandar un nuevo modelo de trabajo productivo y reproductivo.
El nuevo tablero político refleja, por tanto, no sólo la problemática social derivada de la lucha por el reparto de la riqueza acumulada, a través de la clásica divisoria izquierda/derecha o la nueva arriba/abajo, sino que, por primera vez, los problemas ambientales van a poder ser puestos encima de la mesa, por una fuerza política que defiende la transformación del actual sistema depredador de producción y consumo, en otro que respete los límites biofísicos del planeta. La reordenación del tablero político se ha materializado, por consiguiente, desde una doble perspectiva: cuantitativa, con la nueva correlación de fuerzas surgida y cualitativa, con la entrada en las instituciones de un tercer polo ideológico, la ecología política, aunque todavía de manera incipiente y de la mano de otras fuerzas políticas. En este nuevo contexto más complejo, multipartidario y con tres espacios ideológicos en competencia (izquierda, derecha y ecología política), se manifiesta una nueva divisoria que antes estaba soterrada, silenciada.
Esta divisoria es la denominada productivismo/antiproductivismo. Su dialéctica traza la frontera entre los límites de la acumulación de riqueza y los límites biofísicos del planeta. Es la divisoria central del actual tablero político, pues subordinada y subsume la dialéctica de acumulación/reparto de la riqueza, de la izquierda y la derecha, en la dialéctica de los límites y la equidad, que propone la ecología política, al estar dicha acumulación condicionada y limitada por los límites físicos del planeta. Es, además, una divisoria transversal, que interpela a las personas por encima de sus adscripciones ideológicas previas, para construir una nueva identidad política. La razón de su centralidad y primacía es evidente y fácil de entender: sin medio ambiente, no hay sociedad humana. Esta divisoria, asimismo, tiene el efecto de poner a las fuerzas políticas frente al contexto de crisis ecológica en el que estamos inmersos, obligándolas a posicionarse del lado del planeta o contra el planeta, a que elijan un nuevo modelo de producción y consumo o continúen consintiendo la depredación de recursos hasta el agotamiento. Esta dialéctica fortalece a la ecología política, pues a medida que las restantes fuerzas políticas varíen su posición a favor de un modelo de producción y consumo respetuoso con el planeta, la ecología política aparecerá ante los ciudadanos como una fuerza política para el cambio, útil y necesaria.
En este contexto, la coincidencia de ciertas izquierdas con la ecología política, debe dar fruto. Es el momento de pasar de las palabras a los hechos. Debe haber una confluencia mirando al futuro, en el sujeto con capacidad de agregación política que, sin duda, es la ecología política. Esta es la dimensión ganadora, porque si hay un hecho constatado es que el planeta es finito y los desafíos que tenemos por delante son globales: el cambio climático, la crisis de recursos, las personas migrantes y refugiadas procedentes de territorios en guerra o agotados por el saqueo de los recursos, la desigualdad entre hombres y mujeres, que la crisis ecológica intensifica y acentúa en las comunidades deprimidas. Es el momento de reemplazar los conceptos del siglo XX, por otros propios del siglo XXI: competitividad por cooperación, economía de mercado por economía para el bien común, y globalización de las multinacionales por conciencia global. Es el momento repensar la libertad y la igualdad a luz de la justicia y la Equidad.
Déjenme que, para construir un mundo compartido, también termine hoy con unos versos de Paul Celan:
«Donde hay hielo hay frescura para dos.
Para dos: por eso te hice venir.
Un aliento tal de fuego te rodeaba,
venías de la rosa».

1 francisco soler 30.03.2016

La Ecología Política como centralidad del siglo XXI(1)

El siglo XXI, va a ser el siglo de la crisis ecológico-social: el de la escasez de recursos, el del cambio climático y el de la crisis de biodiversidad; es y será el siglo de la ecología política.

Los problemas del siglo XXI, que superaran los límites biofísicos del planeta, no se pueden resolver con las recetas ideológicas y los instrumentos políticos del siglo XX. Un dato confirma esta imposibilidad: los sectores progresistas se definen también como feministas y ecologistas. Esta definición, compuesta, desvela la insuficiencia actual de la propuesta ideológica socialista para analizar los problemas centrales de la sociedad y proponer soluciones para ellos. De ahí la necesidad de construir un espacio más amplio.
Lo explicaré gráficamente. Durante los siglos XIX y XX los problemas centrales de la sociedad fueron sociales. En el siglo XXI, sin embargo, el problema central es una triple crisis, que entrelaza: una crisis climática causada por el hombre, una crisis energética y una crisis de biodiversidad, originadas, todas ellas, por la deficiente inserción de los sistemas humanos en los sistemas naturales. Quiere decir esto que se ha producido un desplazamiento del eje de los problemas centrales de la sociedad desde lo social a lo ecológico. Este desplazamiento no ha sido advertido o no quiere ser reconocido por parte de la izquierda, como ponen de manifiesto algunos discursos y muchas de sus propuestas. Analizar y dar respuesta a los problemas desde la transversalidad de las políticas medioambientales, como pretende la izquierda, no es suficiente, pues la transversalidad pone el foco al final del proceso, cuando el problema ya existe, olvidando las causas que lo originaron. Es necesario, en cambio, actuar en el origen del problema: el modelo de producción y consumo que tenemos y situar, como hace la ecología, la crisis ecológico-social en el centro de la política y de la sociedad.
Por tanto, la propuesta de creación de un espacio de izquierdas, ecologista y feminista, y además nacionalista, que se hace desde ciertos sectores, es una invitación a seguir actuando con la mirada puesta en el retrovisor. El siglo XXI requiere mirar hacia adelante. Y esta nueva visión la proporciona la ecología política, con su propuesta ideológica nueva, centrada en los retos y los problemas centrales que tenemos hoy. La concurrencia de la triple crisis ecológica y de la crisis financiera y social que explotó en 2008 nos proporciona un dato: que esta última tiene un origen medioambiental: la escasez de recursos. La crisis financiero-social es, entonces, una crisis ecológico-social. Y este dato nos lleva a una conclusión: la solución que plantea la izquierda a la crisis social, basada en el crecimiento ilimitado, es inviable en un planeta limitado, pues no hay planeta suficiente para mantener el ritmo de vida actual, para generar más acumulación de manera ilimitada y tener así más riqueza para repartir. La segunda conclusión es que para resolver la crisis social hemos de resolver al mismo tiempo la crisis de recursos, climática y de biodiversidad. No es suficiente poner primero el foco en la protección de los derechos humanos básicos: derecho al trabajo, a la vivienda, a la salud, a la educación, a la justicia y pensar que después podremos resolver la urgencia ecológica en la que estamos inmersos. No tenemos tiempo.
Tendrán que decidir las fuerzas progresistas hacia donde se dirigen: si por la ecología política o por aquella izquierda que está perdiendo el tren de la historia, por mantener posiciones ancladas en el pasado. Si yo me encontrara en esa disyuntiva mi opción sería fusionarme con el futuro, con la ecología política y convertirme en la corriente ecosocialista dentro de ésta. Pero no digo nada nuevo.
Para defender cada país y a su gente basta entender que sin planeta no hay país, que sin justicia ambiental no puede haber justicia social, porque somos, sobre todo, ciudadanos de la Tierra, parte de una comunidad planetaria integrada también por seres distintos de los humanos, no solamente españoles o europeos.
El campo de juego del partido y la naturaleza de los equipos que lo disputan están fijados. Siguiendo con el símil futbolístico, el equipo que juega en casa es la ecología política, en tanto que la izquierda es el equipo visitante. Antes fue al revés, es cierto. Pero el partido del siglo XX ya se jugó. Hoy estamos jugando el partido del siglo XXI. Por eso en este partido la ecología política es la centralidad, no la periferia. La pelota está en juego.
El nuevo concepto se llama Sustentabilidad que promueve cubrir las necesidades utilizando Recursos Cercanos, Renovables y Saludables.

1 Francisco Soler 24.03.2016 

El Decreto de Anti-Autoconsumo

Se trata de que cualquier usuario del sistema eléctrico pueda producir electricidad con energías renovables y verter a la red su sobrante del día o del verano para, más tarde, por la noche cuando no hay sol o en invierno, utilizar el exceso de producción y consumir la parte prestada al sistema eléctrico, que ya habrá sido consumida y pagada por otros usuarios. De esta forma funcionan un innumerable número de países del mundo, una gran parte de América y una buena parte de Europa, incluido nuestro vecino Portugal. Con ello consiguen ser más eficientes y tener menos perdidas en el trasporte de energía; abaratan el coste de la electricidad para todos los consumidores, incluidos los no autoconsumidores; disminuyen su dependencia de la importación de combustible fósiles; mejoran su balanza de pagos y, lo que es más sobresaliente: los ciudadanos de estos países contribuyen de forma individual y colectiva a la reducción de emisiones contaminantes y a la lucha contra el cambio climático.
En octubre del 2015 el Gobierno del PP aprobaba un Real Decreto para regular el autoconsumo sin contemplar en ningún caso el balance neto. Con más de dos años de retraso sobre un primer borrador que anunciaba el impuesto al sol que ahora se ha aprobado y que supuso poner en valor el miedo a este impuesto y retraer las ganas de los españoles de producir su propia electricidad, paralizando todo la industria solar española que en 2008 era la primera del mundo. Este Real Decreto, que debería llamarse de ANTI-Autoconsumo, instituye todas la barreras legales, económicas y administrativas posibles para dificultar el autoconsumo. Tantas que ha merecido las críticas contundentes del Defensor del Pueblo, del la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia y del Consejo de Estado, además del compromiso de su derogación, firmado por todos los partidos de la oposición, y una movilización social y ciudadana en contra, sin precedentes en nuestro país. Tanto sinsentido en el país de Europa que más irradiación solar recibe no sería posible sin un interés claro por mantener a salvo los beneficios de las grandes compañías eléctricas que, en forma de oligopolio, nos dominan con la complicidad de débiles gobiernos como el actual, que se pliegan a los intereses de las puertas giratorias, que premian a expresidentes, exministros, y demás familia con asesorías y otros cargos muy bien pagados.
Las elecciones del pasado 20 de Diciembre, aconsejaban esperar, pues todos los partidos políticos salvo el Partido Popular estaban por la labor de derogar la normativa actual y sustituirla por otra más fácil, sencilla y atractiva. Sin embargo el Partido Popular sigue gobernando hoy y es probable que unas nuevas elecciones demoren meses la llegada de un gobierno que sí apueste por las energías renovables o peor aún, que lo que llegue sea una gran coalición en la que participe el Partido Popular. PSOE, PODEMOS, IU y CIUDADANOS, apuestan por el balance neto y recompensará a los autoconsumidores sus excedentes, aumentando el ahorro y los incentivos a generar energía limpia.
Pero se han olvidado o han decidido no incluir 4 aspectos importantes que afectan a los pequeños autoconsumidores. Consigamos que se incluyan en los nuevos programas para que nos beneficie a la mayoría:
  1. Establecer en el nuevo decreto de autoconsumo que los autoconsumidores antiguos no se tengan que adaptar a la nueva normativa. Desde el año 2011 el autoconsumo era legal y mucha gente se puso instalaciones en base al RD1699/2011 y a la ITC-BT-40 del REBT. Cuando se aprobó el Reglamento Electrotécnico de Baja Tensión en el año 2003, no se obligó a todas las las viviendas a adaptarse a la nueva norma, sólo a las nuevas o a las que realizaran modificaciones significativas. Lo mismo debería aplicar al autoconsumo, ésto es algo de sentido común.
  2. Eliminar el requisito técnico de medida que obliga a instalar un montador de generación incluso a las instalaciones Tipo 1. No tiene sentido técnico que las instalaciones pequeñas de menos de 10kW, las más utilizadas en hogares, tengan que poner un segundo contador para medir la generación. El control de la generación se puede realizar mediante modelos estadísticos a partir de los datos de potencia instalada, no tiene sentido telegestionar instalaciones tan pequeñas en esta primera etapa de implantación del autoconsumo. Este requisito técnico encarece la instalación por la suma del coste del contador, la linea eléctrica y la canalización que hay que llevar desde el generador hasta el cuadro de medida, el nuevo cuadro de medida si no cabe el contador y las horas adicionales de instalación que requiere todo lo anterior. Sin este requisito técnico, las instalaciones de autoconsumo podrían ser 500 € más baratas. (Una instalación de 2,5 kW cuesta unos 7.400 € IVA incluido actualmente).
  3. Eliminar cualquier referencia los kits de inyección cero. Resulta descorazonador que se promuevan los kits de inyección cero que cuestan más de 600 €. Resulta antiecológico que pudiendo generar energía gratuita del sol, se ponga un limitador para no compartir excedentes.
  4. Importante incluir cualquier sistema de producir electricidad renovable, que funcione en la actualidad o en un futuro.
Este Real Decreto supone un lastre para la recuperación y creación de empleos en los próximos años. Supone robarnos el sol como fuente de ahorro económico y como medio de combatir el cambio climático. Y hace inviable la desalación mediante energía solar y por lo tanto, impide disponer de agua segura y abundante a un precio asequible para nuestra agricultura y nuestro consumo.

Nunca es tarde si Aún estamos a tiempo de hacerlo. De lo contrario tu silencio será cómplice y comprenderemos a quien no hay que votar en las próximas elecciones.

Las guerras climáticas ya están aquí

Millones de refugiados se agolpan a las puertas de Europa poniendo a prueba nuestros valores más preciados de solidaridad y equidad. Es todo un aviso para navegantes sobre los peligros del futuro que nos espera. Cuando una sociedad humana se siente amenazada tropieza con la disyuntiva de elegir entre la libertad y la seguridad, es muy probable que se opte por la segunda opción autoritaria. En la respuesta que demos a este dilema práctico corremos el riesgo de suspender los principios morales más apreciados en nuestras acomodadas sociedades democráticas. Las libertades pueden tirarse al basurero cuando se percibe que los refugiados constituyen una amenaza a la propia seguridad.

Solo un reajuste socio-ambiental global por encima de las fronteras, capaz de distribuir la creciente escasez de los recursos biofísicos según los valores de suficiencia material y ecológica y de manera más equitativa, podrá ayudarnos a mitigar la gran catástrofe que se avecina, mucho más colosal que la crisis actual de los refugiados. Pero hasta ahora continúa la ceguera política como si nada pasara, sumida como está en la negación de los problemas sociales y ecológicos de fondo. Toda una gran irresponsabilidad institucionalizada.
Las guerras climáticas están en marcha, y de seguir con el mismo rumbo que llevamos las guerras que vendrán encenderán más la mecha del nacionalismo xenófobo, los agravios comparativos fratricidas de unos contra otros, y aumentarán las luchas encarnizadas para el abastecimiento de recursos naturales cada vez más escasos y degradados. La desestabilización climática que se avecina, lejos de ser un hecho para ser tratado en un apartado sectorial y aislado, como por ejemplo lo hace el reduccionismo de la óptica técnica que solo habla de emisiones de CO2 y de eficiencia energética, ya nos está complicando profundamente las relaciones humanas en nuestras sociedades, y solo acaba de empezar.
La terrible guerra civil en Siria fue precedida por una histórica sequía que duró más de 10 años y arruinó a más de un millón de agricultores, causó grandes migraciones interiores y agudizó las críticas al régimen de Assad como aumentó las tensiones inter-étnicas e inter-religiosas. Aunque los analistas políticos suelen ignorar nuestra inevitable condición de dependencia de un mundo físico y biológico finito que decae a marchas forzadas, lo cierto es que la batalla por el agua en un Oriente Próximo con unas temperaturas cada vez más inclementes y con acceso y reparto muy injusto, ha sido uno disparadores sociales que ha encendido la guerra civil en Siria.
En muchos otros países del Mediterráneo y de Africa se retroalimentan los horrores ambientales: las sequías, el avance del desierto, la carencia de agua potable y de combustible, el esquilmamiento de las proteínas pesqueras, la grave crisis de la agricultura de subsistencia a pequeña escala, la endémica superpoblación en relación con la capacidad de carga ecológica local, la corrupción, la violencia, la aguda polarización y desigualdad y los conflictos étnicos y religiosos. El cambio climático y el rápido deterioro ambiental significan acelerar y radicalizar todos y cada uno de los problemas existentes que amenazan el sustento y la habitabilidad humana.
El sociólogo alemán Harald Welzer en su libro “Guerras Climáticas” nos anuncia un escenario tenebroso para el futuro europeo. Millones de personas desesperadas tratarán de alcanzar “la tierra prometida” de nuestras costas, huyendo de sequías, hambrunas, guerras por el control de recursos ambientales, grandes desastres naturales y una miseria multiplicada por el terrible cóctel de la superpoblación, el malgobierno y la creciente insostenibilidad de los ecosistemas que son soporte imprescindible de las sociedades. Welzer afirma: “Es muy probable que crezcan los conflictos potencialmente violentos en torno a diferentes recursos. Un factor importante es el tipo de conflicto y la existencia de una competencia por recursos básicos necesarios para la supervivencia, como el agua o la tierra. Existen conflictos concretos que devienen violentos y que presentan una tendencia acumulativa porque se producen en sociedades fallidas, carentes de estructuras y en las que existen actores interesados en ampliar la conflictividad”.
Los científicos ambientales estudian los peligrosos puntos críticos de inflexión ambiental generados por las acciones humanas y las consecuencias de translimitación irreversible en los ecosistemas desequilibrados por el cambio climático, pero apenas nadie reconoce las grandes mutaciones sociales que están siendo provocadas por el deterioro ecológico. Aunque en realidad la sociedad humana y la naturaleza nunca han estado separadas, tal y como han ideado fantasiosamente las supersticiones dualistas de los modernos, lo cierto es que casi la totalidad de la clase política sigue anclada en esta dramática desconexión con el mundo natural.
La avalancha que viene de los pobres refugiados climáticos puede ser recibida con una regresión moral y política de los europeos, elevando los muros y defendiéndolos con acciones cada vez más brutales y totalitarias. Unos bruscos cambios excluyentes que están muy alejados de los valiosos propósitos de defensa de los derechos humanos fundamentales que deberían orientar todo quehacer político.
En la Unión Europea vivimos en una burbuja con una falsa ilusión de seguridad, en gran parte gracias al saqueo de recursos materiales y biológicos de todo tipo venidos de cualquier parte del mundo. Esta “fortaleza europea” solo puede mantenerse mediante la externalización temporal de los nefastos impactos colaterales sociales y ecológicos generados por nuestros sobreconsumidores estilos de vida y por el crecimiento de la escala material de la economía y la producción en un planeta finito en materiales y moribundo. Lo cierto y real es que socio-ecológicamente nuestra cómoda y segura existencia solo puede ser provisional y tiene fecha temprana de caducidad. La frágil burbuja europea puede reventarse rápidamente por estar rodeada por millones de personas que sufren cada vez más las consecuencias directas e indirectas de un proceso histórico de gran explotación política, social y ecológica.

No hay muchos motivos para el optimismo porque todo ocurre en medio de un vacío de gobernanza institucional mínimamente responsable ante la gigantesca envergadura del cambio climático, la gran injusticia social y la degradación de las condiciones ambientales. La situación de emergencia colectiva y mundial que plantea el desafío de las guerras socio-climáticas exige mutaciones materiales rápidas en la forma de vida sobreconsumidora presente en los países opulentos y en el resto del mundo.. Como concluye Welzer: “En la Historia, tenemos ejemplos como el fascismo o el comunismo que cambiaron sociedades en un lapso de tiempo increíblemente corto y con un impacto muy profundo. Por ello, creo que no tenemos ni idea de lo que puede pasar en un mundo que afronte una subida de la temperatura de tres grados o más, algo que puede ocurrir en pocas décadas.”

Carta abierta a los amigos que “no se mojan” por la Ecología1.

Querido amigo: La tesis de qué las ideas centrales que los ecologistas defendemos nos retrotrae a la época de los cazadores-recolectores, que nuestras propuestas son demasiado radicales y lanzamos un mensaje incómodo para la sociedad debido a una pretendida búsqueda permanente de culpables.

Esta opinión me deja sorprendido y da pie a la confusión. Es posible que falte información. Así pues, trataré de derribar este falso mensaje tomado como verdadero por muchos receptores.
La idea de la vuelta a la época de los cazadores-recolectores, siento decírlo, es delirante y no merece más comentario. Es evidente, sin embargo, que no podemos continuar consumiendo recursos naturales, más allá de los que el planeta es capaz de generar, ni generando más emisiones y residuos de los que la biosfera puede procesar y reutilizar, la realidad del cambio climático lo ratifica. Ni olvidar otra variable: no consumir los recursos y el medio ambiente de las generaciones futuras. Y esto no son lentejas, como dice la expresión popular. Esto es lo que hay, nos guste o no. Hasta ahora, sin embargo, hemos actuado dejando las lentejas y comiendo lo que queríamos, ignorado la realidad más ineludible hasta convertir esta actitud en problema. Y para poner fin al problema hay que resolver la siguiente ecuación: los límites los marca la naturaleza y el hombre debe poner el sentido común.
Se plantea por tanto la cuestión de la responsabilidad derivada de la explotación económica de la naturaleza. El primer dato a tener en cuenta al respecto es que una hipotética responsabilidad por este motivo está velada por la protección que la ley proporciona a la actividad económica. En consecuencia los efectos derivados del consumo, para el planeta quedan silenciados por la confusión entre moral y derecho. Esta responsabilidad, raíz de todo comportamiento ético, unido a la capacidad moral innata del hombre, permite a éste distinguir y no coparticipar en la explotación económica de la naturaleza con su consumo, dirigiendo así la actividad económica hacia el respeto a las leyes naturales. A pesar de ello, esta capacidad está condicionada por las circunstancias socio-económicas de cada individuo.
Hay que buscar entonces una explicación política y social de esta responsabilidad, pues las visiones y actitudes individuales están condicionadas por los marcos de referencia generales que operan y organizan la sociedad, las percepciones, interpretaciones y actitudes socializadas, así como las concepciones y modelos de la realidad vigentes. No obstante, el nivel de explotación de la naturaleza que se ha alcanzado es producto de un alejamiento de la realidad y de la irreflexión.
No hay pues búsqueda de culpables como se dice; se trata de concienciar a la sociedad de los problemas ecológicos en los que vivimos inmersos y su magnitud, sacándolos a luz y trayéndolos al tablero político. Como en el cuento del “rey desnudo2, los ecologistas gritamos la desnudez de una sociedad sólo vestida de consumo, para que abramos los ojos y veamos la imposibilidad de continuar con esta forma de vida depredadora y derrochadora. Quienes tenemos más cincuenta años recordamos el anuncio de TV de los años 70 que alertaba de la insostenibilidad del consumo excesivo de agua, cuyo slogan decía: aunque usted pueda, España no puede. Al igual que ayer, hoy debemos recordar, ahora en clave ecológica, dicho slogan respecto al exceso de consumo de recursos naturales y sus consecuencias: aunque usted pueda, el planeta no puede. No se trata de prioridad económica, es un problema ambiental y social, pues el cambio climático nos ha colocado frente al callejón sin salida fundamental: la insostenibilidad de una actividad económica que no observa las leyes de la naturaleza. Y yo comprendo que para muchos conciudadanos esta realidad pueda resultar incómoda al vivir en una burbuja de consumo.
En lo que estoy de acuerdo es en que las propuestas que hace la ecología política son radicales, entendido este término en el sentido de ir a la raíz del problema. No se puede llevar a cabo dicha transformación de un día para otro, dada la magnitud de la misma. Al contrario, este viraje precisa una etapa de transición y una hoja de ruta que establezca la dirección y los tiempos de dicha evolución, para que pueda ser realizada de manera no traumática. A pesar de ello el cambio deberá tener la profundidad que los límites del planeta y los derechos de las generaciones futuras exigen y obligan. Espero haber contribuido a resolver los miedos y las dudas y quien lo lea quieras unirte al cambio hacia el sentido común que necesitamos.



1Articulo de Fco. Soler en la Opinión de Malaga el 20 de mayo de 2015