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Carta abierta a los amigos que “no se mojan” por la Ecología1.

Querido amigo: La tesis de qué las ideas centrales que los ecologistas defendemos nos retrotrae a la época de los cazadores-recolectores, que nuestras propuestas son demasiado radicales y lanzamos un mensaje incómodo para la sociedad debido a una pretendida búsqueda permanente de culpables.

Esta opinión me deja sorprendido y da pie a la confusión. Es posible que falte información. Así pues, trataré de derribar este falso mensaje tomado como verdadero por muchos receptores.
La idea de la vuelta a la época de los cazadores-recolectores, siento decírlo, es delirante y no merece más comentario. Es evidente, sin embargo, que no podemos continuar consumiendo recursos naturales, más allá de los que el planeta es capaz de generar, ni generando más emisiones y residuos de los que la biosfera puede procesar y reutilizar, la realidad del cambio climático lo ratifica. Ni olvidar otra variable: no consumir los recursos y el medio ambiente de las generaciones futuras. Y esto no son lentejas, como dice la expresión popular. Esto es lo que hay, nos guste o no. Hasta ahora, sin embargo, hemos actuado dejando las lentejas y comiendo lo que queríamos, ignorado la realidad más ineludible hasta convertir esta actitud en problema. Y para poner fin al problema hay que resolver la siguiente ecuación: los límites los marca la naturaleza y el hombre debe poner el sentido común.
Se plantea por tanto la cuestión de la responsabilidad derivada de la explotación económica de la naturaleza. El primer dato a tener en cuenta al respecto es que una hipotética responsabilidad por este motivo está velada por la protección que la ley proporciona a la actividad económica. En consecuencia los efectos derivados del consumo, para el planeta quedan silenciados por la confusión entre moral y derecho. Esta responsabilidad, raíz de todo comportamiento ético, unido a la capacidad moral innata del hombre, permite a éste distinguir y no coparticipar en la explotación económica de la naturaleza con su consumo, dirigiendo así la actividad económica hacia el respeto a las leyes naturales. A pesar de ello, esta capacidad está condicionada por las circunstancias socio-económicas de cada individuo.
Hay que buscar entonces una explicación política y social de esta responsabilidad, pues las visiones y actitudes individuales están condicionadas por los marcos de referencia generales que operan y organizan la sociedad, las percepciones, interpretaciones y actitudes socializadas, así como las concepciones y modelos de la realidad vigentes. No obstante, el nivel de explotación de la naturaleza que se ha alcanzado es producto de un alejamiento de la realidad y de la irreflexión.
No hay pues búsqueda de culpables como se dice; se trata de concienciar a la sociedad de los problemas ecológicos en los que vivimos inmersos y su magnitud, sacándolos a luz y trayéndolos al tablero político. Como en el cuento del “rey desnudo2, los ecologistas gritamos la desnudez de una sociedad sólo vestida de consumo, para que abramos los ojos y veamos la imposibilidad de continuar con esta forma de vida depredadora y derrochadora. Quienes tenemos más cincuenta años recordamos el anuncio de TV de los años 70 que alertaba de la insostenibilidad del consumo excesivo de agua, cuyo slogan decía: aunque usted pueda, España no puede. Al igual que ayer, hoy debemos recordar, ahora en clave ecológica, dicho slogan respecto al exceso de consumo de recursos naturales y sus consecuencias: aunque usted pueda, el planeta no puede. No se trata de prioridad económica, es un problema ambiental y social, pues el cambio climático nos ha colocado frente al callejón sin salida fundamental: la insostenibilidad de una actividad económica que no observa las leyes de la naturaleza. Y yo comprendo que para muchos conciudadanos esta realidad pueda resultar incómoda al vivir en una burbuja de consumo.
En lo que estoy de acuerdo es en que las propuestas que hace la ecología política son radicales, entendido este término en el sentido de ir a la raíz del problema. No se puede llevar a cabo dicha transformación de un día para otro, dada la magnitud de la misma. Al contrario, este viraje precisa una etapa de transición y una hoja de ruta que establezca la dirección y los tiempos de dicha evolución, para que pueda ser realizada de manera no traumática. A pesar de ello el cambio deberá tener la profundidad que los límites del planeta y los derechos de las generaciones futuras exigen y obligan. Espero haber contribuido a resolver los miedos y las dudas y quien lo lea quieras unirte al cambio hacia el sentido común que necesitamos.



1Articulo de Fco. Soler en la Opinión de Malaga el 20 de mayo de 2015

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